Aprender inglés, intentar llevar una vida con menos estrés y, en lo más alto de la lista, hacer ejercicio… Pasan los años y nuestros propósitos de Año Nuevo permanecen invariables y, en muchos casos, siguen sin cumplirse. Nos apuntamos al gimnasio o nos animamos a practicar algún deporte para estar en forma y bajar esos kilos que nos sobran, y nos olvidamos de que para ‘vencer’ la batalla a la báscula también hay que llevar una alimentación sana.

¿Y por dónde empezamos? Por adecuar nuestros hábitos alimenticios a nuestra actividad. Lo normal es consumir una media de 2.000 calorías al día. Sin embargo, no gasta las mismas calorías un deportista, un niño o un albañil, con un mayor desgaste físico, que una persona que trabaja en una oficina. Los primeros necesitarán consumir más hidratos de carbono. En definitiva, hay que buscar un equilibrio entre las calorías que consumimos y la energía que gastamos para no caer en el sobrepeso, tan perjudicial para la salud y ligado a problemas como la diabetes, la hipertensión o el colesterol alto.

¿Y cómo sabemos si padecemos sobrepeso? Basta con calcular nuestro índice de masa corporal, dividiendo nuestro peso entre nuestra talla. Si está entre 25 y 30 kilos es sobrepeso; y por encima de 30, obesidad. En ambos casos es aconsejable ponernos a dieta, mejor con la ayuda de un profesional de la salud.

Pero las dietas de adelgazamiento no son una receta mágica y eterna, sino que son una solución puntual para abordar un problema de sobrepeso. No nos queda otra que mantener unos hábitos de alimentación sana durante toda nuestra vida, tengamos problemas de peso o no.

La primera pauta sería una dieta basada en alimentos de origen vegetal, empezando por el aceite de oliva, que debe ser la grasa culinaria fundamental en nuestra cocina. Debemos comer cinco raciones de fruta y/o verdura al día, además de dar prioridad a las legumbres, los cereales –mejor integrales-, los frutos secos y las semillas. También es importante consumir proteínas, encargadas de regenerar nuestros órganos y tejidos, mejor si proceden de carne de ave, conejo y de pescado blanco y azul. No nos debemos olvidar de los huevos, siempre dentro de un orden, de 4 a 6 a la semana. Ni de la leche y los lácteos, mejor si son desnatados, en especial para prevenir problemas de salud como la osteoporosis.

Esto no quiere decir que no podamos comer carne roja, embutidos o dulces. ¿Qué sería de la vida sin los placeres? La felicidad también es salud y en el equilibrio está la virtud. Si va a disfrutar de una carne roja, de un dulce o de un embutido, hágalo consumiendo alimentos de calidad como los embutidos El Hórreo.

Una segunda pauta para llevar una alimentación sana es repartir nuestra ingesta diaria en cinco comidas, es decir, comer de forma regular, sin saltarnos ninguna comida y en cantidades moderadas. Nos ayudará a no pasar hambre y evitará que nos peguemos atracones o que comamos sin control.

No sólo es importante comer bien. También es muy importante la hidratación. Tercera pauta: beber entre 1,5 y 2 litros de agua al día. Hay que evitar en la medida de lo posible el alcohol, las bebidas azucaradas y con burbujas.

Y si hablamos de evitar, también debemos reducir el consumo de sal, de azúcares añadidos y huir de la comida rápida, las chucherías y la bollería industrial.

Y quinta y última: no pretendamos conseguir nuestro objetivo de la noche a la mañana. Poco a poco, paso a paso, con cambios graduales en nuestra alimentación. Si no, nos arriesgamos a que nuestro propósito de Año Nuevo fracase.