La toxoplasmosis es una enfermedad parasitaria que, contraída en circunstancias normales, puede pasar desapercibida, ya que sus escasos síntomas se confunden con los de una gripe. Pero hay casos en los que puede tener consecuencias graves: cuando afecta a inmunodeprimidos, como los infectados por VIH sin tratamiento antirretroviral efectivo, o a embarazadas. En este último caso, puede producirse un aborto, adelantarse el parto o que el bebé sufra malformaciones.
Por eso, es recomendable mantener unas normas de higiene para no entrar en contacto con el parásito, especialmente si la gestante convive con gatos al ser este animal su hospedador definitivo. También, lavar bien las frutas y verduras, porque han podido estar cerca de sus excrementos. En tercer lugar, al poder estar presente en la carne de cerdo, abstenerse de comer carne cruda, poco cocida y embutidos curados. Sin embargo, recientes estudios demuestran que en el caso de jamón ibérico, si está sometido a un proceso de curación largo, el toxoplasma desaparece. En cualquier caso siempre es recomendable su congelación, a más de 20 grados centígrados durante, al menos, 24 horas. Si aún así lo va a comer con desconfianza, hay una alternativa: consumir chorizo para cocinar de El Hórreo bien frito o asado, ya que el parásito no sobrevive al calor.
El Toxoplasma gondii es un protozoo que suele parasitar a mamíferos, aves y reptiles, y de los animales pasa a los humanos. Es lo que se conoce como una zoonosis. Como ocurre con otras enfermedades, una vez que la pasamos, no la podemos volver a contraer. Los hospedadores definitivos del parásito son los gatos y otros felinos y, por eso, hay que ser especialmente cuidadoso si convivimos con ellos para evitar el contacto con sus heces. No hay necesidad de alarmarse innecesariamente, no es tan fácil que nos transmitan la enfermedad, pero sí mantener una serie de precauciones para evitar riesgos.
Por ejemplo, un gato que no salga al exterior, que no coma carne cruda y no cace ni pájaros ni ratones -es decir, la gran mayoría- es difícil que contraiga este parásito. Los gatos callejeros o ‘campestres’, que comen lo que pillan y que de vez en cuando se pegan un festín con un pequeño roedor, sí suponen un cierto riesgo. Y precisamente son los que pueden depositar sus excrementos, con presencia del parásito, en el huerto, cerca de donde crecen frutas y verduras. Incluso, el hortelano, otra de las potenciales ‘víctimas’ del Toxoplasma gondii, puede contraer el parásito. ¿Cómo? Si no se protege con guantes o no se lava las manos al terminar la faena, puede ingerirlo en un descuido al llevarse a la boca las manos o las uñas manchadas con tierra.
Así funciona, grosso modo, el ciclo de transmisión de este parásito. Por eso, para romper la cadena, hay que mantener unas medidas mínimas de higiene, sobre todo, en el caso de las embarazadas. Si ya tiene un gato como animal de compañía, quizá no tenga que desterrarlo. Pero sí tener cuidado de que coma alimentos bien cocidos, nunca carne cruda. O, mejor, para curarse en salud, darle sólo pienso. También usar guantes para limpiar el arenero donde hace sus necesidades y cambiarlo con frecuencia. O, mejor, encargarle esa tarea a otra persona. Y una vez finalizada la operación, lavarse bien las manos.
Como decíamos, una vez pasada la toxoplasmosis, ya no se puede volver a contraer. Por tanto, para salir de dudas, una de las primeras medidas tras quedarse embarazada es someterse a un análisis. Si da positivo al toxo-test, puede comer todo tipo de carnes y embutidos. Si da negativo y, por tanto, corre el riesgo de contraer toxoplasmosis, tendrá que evitar la ingesta de carne, especialmente de cerdo, cruda o poco cocida. Adiós al carpacho y al tartar. Como pauta, deberá cocinar la carne a más de 65 grados. Hay que tener en cuenta que los hornos microondas no suelen alcanzar esa temperatura.
Las embarazadas sí podrán comer embutidos cocidos, como el jamón de York o la pechuga de pavo, o, por ejemplo, chorizo bien frito o asado. Pero tendrán que abstenerse de probar embutidos curados, a no ser que hayan sido previamente congelados. Como decíamos, el parásito no ‘sobrevive’ al calor, ni tampoco al frío: desaparece a temperaturas por debajo de los 20 grados bajo cero. El problema es que muchos congeladores domésticos no alcanzan esa temperatura y no pasan de 18 grados bajo cero. Por eso, para comerlos, es recomendable que estén congelados durante al menos tres días.
Al respecto de los embutidos curados, recientes investigaciones han demostrado que un largo proceso de curación en el jamón ibérico elimina el riesgo de toxoplasma para la gestante. Es el caso del estudio elaborado por Centro Tecnológico Andaluz del Sector Cárnico (Teica), que demostró que cuanto mayor sea el periodo de curación, siempre que sea superior a los 24 meses, su consumo es más seguro. También es decisivo el proceso de curación. Un equipo de investigadores de las Universidades de Granada y Valencia concluyó que si se sigue el proceso tradicional de curación del jamón con sal marina y se respetan los tiempos de curación recomendados por la normativa europea, el parásito deja de ser infeccioso. Sin embargo, su supervivencia aumenta al aplicar el método habitual de la industria alimentaria, que, además de sal marina, utiliza nitritos. Y la sal también es determinante, ya que el toxoplasma puede ser muy sensible a este condimento. No en vano, por encima de una determinada concentración de sal, de entre el 2,5 y el 3%, el toxoplasma pierde su capacidad infecciosa, según un informe elaborado por científicos de las Universidades de Leipzig y Munich, en Alemania.
Aunque son varios los estudios que avalan la inocuidad del jamón ibérico, siempre que los tiempos de curación y los procesos estén garantizados, los expertos recomiendan cautela hasta que no haya evidencias científicas definitivas.
Por otro lado, las embarazadas deben abstenerse de consumir aquellos alimentos cuyo envasado les genere dudas, ya que tienen que cumplir unos rigurosos controles de calidad. También, evitar comer productos procedentes de las matanzas caseras.
Otro de los alimentos que pueden suponer riesgo son las frutas y verduras, al estar en contacto con la tierra húmeda donde el toxoplasma puede mantenerse infeccioso. Pelándolos y lavándolos concienzudamente, mejor con algún producto desinfectante, evitaremos el contagio. Por el mismo motivo, durante el embarazo recomiendan evitar los trabajos de jardinería o realizarlos con guantes.
Si se les hace cuesta arriba, recuerden que son sólo 9 meses de sacrificio por el bien del niño. Mejor prevenir que lamentar terribles consecuencias, no para la madre, que apenas notará síntomas si contrae el parásito, sino para el bebé, al que puede transmitírselo a través de la placenta. Si, lamentablemente, hay contagio, existen medicamentos que pueden detener la infección y evitar daños al feto. Pero mejor olvidarnos de preocupaciones, ya que las consecuencias para el feto son muy graves, especialmente si se contrae durante el primer trimestre de la gestación: un aborto, un parto prematuro o complicaciones, entre ellas, hidrocefalia, problemas en la piel, los oídos, el sistema nervioso o la vista del recién nacido. Una de las más graves y frecuentes es la coriorretinitis, inflamación de la coroides y la retina que puede derivar en ceguera.