Ahora que son tendencia las comidas ‘viejunas’, aquellas que un día estuvieron de moda y con el tiempo cayeron en el olvido, si hicieran una clasificación de los bocadillos ‘viejunos’, en lo más alto estaría el bocadillo de chorizo. Seguro. Aunque más que vetusto y trasnochado, es un clásico entrañable que despierta emociones y recuerdos de la infancia. El bocadillo, de chorizo o de cualquier otro embutido, es una combinación indispensable que debemos incluir en el almuerzo y la merienda de nuestros hijos. Porque, lejos de engordar, alimenta, es fuente de energía y, qué demonios, a los más pequeños les encanta su sabor.
No tienen que comerlo todos los días, pero sí debemos incluirlo en la dieta infantil y juvenil con moderación. Por ejemplo, dos veces por semana y alternarlo, o combinarlo, con fruta, queso, yogur y otros derivados lácteos. Es verdad que los embutidos tradicionales, al estar elaborados con carne de cerdo, son ricos en sal y contienen grasas. Pero no más que otros alimentos como la bollería industrial o los ‘snacks’ y aperitivos, que muchas veces ofrecemos a los niños para el almuerzo o la merienda. Además, tanto las mejoras en la cría del ganado como el cuidado en las elaboraciones chacineras garantizan embutidos más sanos que en el pasado, con menor contenido en sal y grasas. Incluso, en algunos casos, los productores sustituyen parte de las grasas saturadas por insaturadas, como hacemos en El Hórreo.
Asimismo tenemos la opción de los embutidos elaborados con carne de ave (pollo o pavo), más ligeros, o con carne no procesada, como el jamón serrano o el ibérico, con un menor contenido en grasas saturadas y menos aditivos.
Al tener una base cárnica, los embutidos aportan proteínas, beneficiosas para el desarrollo muscular. Combinados con los hidratos de carbono del pan, y su aporte energético, hacen del bocadillo el tentempié ideal para que los más pequeños repongan fuerzas a media mañana o media tarde. Una buena forma de hacer frente a su fuerte desgaste físico e intelectual.
Porque, además, ambos alimentos juntos son una ‘combinación explosiva’ -en el buen sentido de la palabra- de fibra, que facilita la digestión; de vitaminas del grupo B, esenciales para el cerebro y el corazón; de minerales como el hierro, el magnesio, el zinc o el fósforo, beneficiosos para el crecimiento de los huesos, la memoria o reducir el cansancio y la fatiga. En fin, son elementos vitales todos ellos para nuestra salud, como ya comentábamos hace varias semanas en El Hórreo Vida Sana. Pero sobre todo para el correcto desarrollo de los pequeños.
Es importante una buena hidratación, que los chavales acompañen el bocata con agua, sobre todo si el niño viene de realizar una actividad física o de practicar deporte. También son buenas opciones la leche o un batido natural. Pero debemos evitar las bebidas carbonatadas y los zumos azucarados. Su salud y, en especial, su dentadura lo agradecerán.
Además de para recargar energía, la hora del almuerzo y de la merienda sirven para hacer una pausa y para aguantar el tirón con mejor humor hasta la hora de la comida o la cena. Si no, llegarán o demasiado cansados o hambrientos, y correremos el riesgo de que no tengan ganas de comer o, de todo lo contrario, que se atiborren.