Las cifras lo confirman y su presencia en las despensas de los ciudadanos comunitarios lo constata: el chorizo desata pasiones en Europa. Las exportaciones de embutidos aumentan progresivamente año tras año y el embutido más español, más nuestro, tira del carro. En países como el Reino Unido está de moda, sobre todo, el chorizo para guisar y si es picante, mejor. Sus ventas crecen a un ritmo del 10% anual. Y Gran Bretaña es sólo un ejemplo del éxito arrollador de este embutido en los últimos años. En este ‘boom’ han tenido mucho que ver las propuestas culinarias de cocineros tan mediáticos como Jamie Oliver, Nigella Lawson y Hugh Fearnley-Whittingstall, que no dudan en guisar ante millones de telespectadores platos que mezclan el chorizo con vieiras, pollo, ensalada o sopa, o lo convierten en ingrediente imprescindible de la paella.

Quizá la influencia de estos chefs o la emigración de miles de españoles, que han marchado al Reino Unido a buscar trabajo, han llevado a las empresas españolas de embutidos a exportar chorizo a éste y otros países europeos. Algo que resultaba impensable hace diez o quince años, cuando era un producto no sólo hecho, sino también consumido dentro de nuestras fronteras. También hay que tener en cuenta que, además, los productores tuvieron que lanzarse a la conquista de otros mercados para compensar la caída del consumo interno propiciada por la crisis económica.

Todos estos factores han hecho que las ventas en el extranjero hayan aumentado en los últimos años. Si en 2011 se exportaron embutidos (el dato incluye el chóped, la mortadela, el salchichón y el chorizo) por valor de 265,9 millones de euros, en 2015, la cifra alcanzó los 313 millones. El incremento en sólo cuatro años es, por tanto, del 17,7%. Diez países europeos encabezan el ranking de importaciones: Francia, Reino Unido, Alemania, Portugal, Bélgica, Países Bajos, Italia, Dinamarca, Andorra y Suecia. Luego siguen Japón y México.

Los extranjeros ya se habían rendido a los encantos de productos procedentes de España como el jamón ibérico, el vino y el aceite de oliva, pero el chorizo todavía no había conquistado sus paladares. En Iberoamérica, por cercanía cultural, siempre ha sido un embutido conocido y con predicamento. Pero en Europa no acababa de despegar, quizá por prejuicios culturales o porque tiene un sabor que puede resultar fuerte para estómagos poco acostumbrados. Sin embargo, al menos en el caso de los británicos, habituados al picante de la cocina asiática, descubrieron que mucho más cerca, en España, había un producto con un sabor y un picor muy interesantes. Y si encima es ingrediente habitual de las recetas de los cocineros más influyentes, es fácil de encontrar en los supermercados, ya sea en crudo o formando parte de platos elaborados, y los restaurantes lo incluyen en sus menús, no necesita más promoción para convertirse en el alimento de moda.

También es verdad que muchos productores han puesto de su parte para acercar el chorizo a las preferencias de los habitantes de otros países. Por ejemplo, El Hórreo lanzó en su día una gama de chorizos adaptados al gusto francés, más especiados, pero con la misma calidad que el resto de los productos de la compañía y sin apenas presencia de benzopirenos. No en vano, el mercado galo representa el 20% de sus exportaciones y casi el 30% del total de las exportaciones españolas de embutidos.